La cocina de los colores: un viaje por la amistad, la comida y el humor

Un experimento culinario, una teoría imposible y la risa como ingrediente secreto.

Redacción GeoGastronómica
4 de junio de 2025
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Un cocinero y dos escritores de gastronomía podrían ser el inicio de un chiste de Eugenio, pero también, y de manera más sorprendente, la fórmula de una piedra filosofal culinaria. La cocina de los colores es ese raro libro que, sin pretenderlo, ilumina la relación esencial entre la comida, la vida y la risa, recordándonos algo tan básico como olvidado: debemos volver a sentarnos a la mesa para comer, charlar y reír.

Para entender cómo surgió esta pequeña gran obra, retrocedamos por un momento a 2018, sin necesidad de condensadores de fluzo, solo un poco de imaginación. En la terraza de David Castañón, en La Felguera, los tres autores —Borja Sánchez, David Remartínez y el propio Castañón— comenzaron un viaje que acabaría convirtiéndose en este libro tan sorprendente como divertido. Entre cervezas en El Lúpulo Feroz y decenas de libros leídos —la mitad, confiesan, “pa ná”—, cimentaron la teoría inicial de Borja: si mezclas ingredientes del mismo color y el resultado mantiene ese color tras la cocción, el plato estará rico impepinablemente. Una idea tan insólita como fascinante que, tras incontables pruebas y ajustes “según la ventolera del día”, terminó convertida en el eje —o más bien, en el detonante— de esta aventura.

Lo que empezó como un experimento de sabor acabó siendo una exploración tan caótica como deliciosa. En sus páginas, la teoría es demostrada… y también refutada. Porque la cocina, el color y el sabor esconden siempre un truco: sus verdades son tan maleables como la textura de un buen guiso. Lo admiten ellos mismos, entre carcajadas y alguna que otra pulla cómplice en el grupo de WhatsApp donde aún siguen divagando. «Setecientas veces estuvimos a punto de abandonar», dice Remartínez. «Cada vez que Borja cambiaba la teoría, la descartábamos». Pero Borja, con la tozudez de un profeta convencido, no cejó nunca en su empeño.

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Autores de La cocina de los colores.

La cocina como acto colectivo y político

La cocina de los colores no es solo un libro de cocina, aunque incluye recetas. Tampoco es únicamente un tratado sobre la estética cromática de los ingredientes. Es, sobre todo, un canto a la amistad y a la fuerza de lo colectivo. Y en ese viaje, la comida es apenas la excusa para hablar de algo más grande: la vida misma.

El tono desenfadado del libro, repleto de ironía y ternura, va dejando claro un mensaje de fondo que es casi político: la cocina empieza mucho antes de encender el fuego. Lo dice sin rodeos uno de los Davides: «No tiene sentido hablar de cocina, de ciencia, de sabor, de colores si no regresamos al principio: al sector primario que nos surte de alimento. Sin campesinos, pescadores y ganaderos no hay cocina posible. No hay gastronomía. No hay vida inteligente, porque solo es inteligente la vida que se comparte. Aunque sea con un like».

En tiempos donde la cocina parece haberse reducido a un contenido de redes o a un postureo de restaurantes, este recordatorio golpea con fuerza. Porque la cocina es también política: cada vez que compramos en un mercado local o en un hipermercado, cada vez que cocinamos en casa o pedimos comida a una app, estamos eligiendo cómo queremos que sea el mundo. Y eso, como dice Remartínez, «es un ejercicio de ciudadanía diario».

No tiene sentido hablar de cocina, de ciencia, de sabor, de colores si no regresamos al principio: al sector primario que nos surte de alimento. Sin campesinos, pescadores y ganaderos no hay cocina posible. No hay gastronomía. No hay vida inteligente, porque solo es inteligente la vida que se comparte. Aunque sea con un like.

Entre risas y recetas: un manifiesto con sabor asturiano

Por eso, La cocina de los colores no se conforma con ser un compendio de anécdotas y chistes privados. El libro se cierra con un manifiesto firmado por los autores y otros compañeros de fogones: el Manifiesto por la Cocina Asturiana. Doce principios que llaman a poner la alimentación diaria de las familias en el centro de la gastronomía y un decálogo de recomendaciones para que el producto asturiano, con toda su riqueza y carácter, ocupe el lugar que merece.

Lo explica con pasión David Castañón: «Si los asturianos tuviéramos dalgo más d’autoconciencia de país, echáramos a andar la rueda económica y tendríamos una industria agroganadera-alimentaria muncho más potente». Porque en el fondo, detrás de esta broma de colores y locuras, hay una reivindicación seria: la cocina debe ser siempre un acto colectivo, una forma de honrar la tierra que nos alimenta y las manos que la trabajan.

La anécdota del genio… y el lapsus de Borja

La complicidad entre estos tres amigos atraviesa todo el libro y también las entrevistas posteriores. En un momento de charla, Borja explica cómo, para él, la cocina de los colores es casi la piedra filosofal de la cocina, la explicación sencilla de todo el proceso culinario. Como cuando a Einstein —dice Borja, con total convicción— le cayó la manzana en la cabeza.

La carcajada de Castañón no se hace esperar: «¡Que fue Newton, no Einstein!». Y Borja, lejos de achicarse, responde con un humor que desarma: «Bueno, como si fue Teresa de Calcuta». Con esa salida tan delirante como ingeniosa, Borja no confunde a Newton con Teresa de Calcuta: simplemente desarma cualquier solemnidad con un chiste que resume la filosofía del libro. Porque, como demuestran estas páginas, la cocina —y la vida— no son más que una sucesión de pequeñas locuras compartidas, donde lo importante no es tener razón, sino disfrutar del camino.

Una lectura que abre el apetito… y la mente

Decir que este es el libro de cocina más divertido que vas a leer en mucho tiempo no es una exageración. Con el mismo descaro con el que Borja remata sus frases y los Davides se burlan con cariño, estos tres amigos convierten cada página en una celebración de lo absurdo y lo sublime. Lo imposible de la teoría de los colores —químicamente indemostrable— no importa tanto como el hecho de que, en la práctica, funciona. Y funciona, sobre todo, porque cocinar no va solo de mezclar ingredientes, sino de compartir lo que somos.

La cocina, en este libro, se convierte en un escenario donde las risas tienen el mismo valor que los sabores. Donde cada receta es una excusa para filosofar, discutir y reírse de uno mismo. Porque, como bien saben estos tres energúmenos —dicho con el cariño que ellos mismos usan—, lo más importante de cocinar es compartir el alimento. Y, con él, compartir la vida.

Así que, si cae este libro entre tus manos, olvida por un momento las reglas de la gastronomía y déjate llevar por el caos colorido que proponen. Descubre cómo un plato amarillo puede ser más que un plato: puede ser un recuerdo, un manifiesto, una forma de decir “aquí estamos”. Y mientras lees, recuerda que lo más importante no es la técnica, ni siquiera la teoría. Es la risa floja que acompaña cada bocado y que hace que, al final, todo —los colores, los sabores, las vidas— encaje.

La cocina de los colores es, en definitiva, un libro que empieza como un chiste pero termina como una declaración de amor: a la comida, a la amistad y a la alegría de compartir lo que somos, aunque sea con un like, aunque sea con un trozo de pan. Porque cocinar, nos recuerdan estos tres amigos, es un acto de humanidad que nunca deberíamos olvidar.

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<h1>La cocina de los colores: un viaje por la amistad, la comida y el humor</h1>
<p>Un cocinero y dos escritores de gastronomía podrían ser el inicio de un chiste de Eugenio, pero también, y de manera más sorprendente, la fórmula de una piedra filosofal culinaria. <em><strong>La cocina de los colores</strong></em> es ese raro libro que, sin pretenderlo, ilumina la relación esencial entre la comida, la vida y la risa, recordándonos algo tan básico como olvidado: <strong>debemos volver a sentarnos a la mesa para comer, charlar y reír.</strong></p>



<p>Para entender cómo surgió esta pequeña gran obra, retrocedamos por un momento a 2018, sin necesidad de condensadores de fluzo, solo un poco de imaginación. En la terraza de David Castañón, en La Felguera, los tres autores —<strong>Borja Sánchez, David Remartínez y el propio Castañón</strong>— comenzaron un viaje que acabaría convirtiéndose en este libro tan sorprendente como divertido. Entre cervezas en <em>El Lúpulo Feroz</em> y decenas de libros leídos —la mitad, confiesan, “pa ná”—, cimentaron la teoría inicial de Borja: <strong><em>si mezclas ingredientes del mismo color y el resultado mantiene ese color tras la cocción, el plato estará rico impepinablemente</em>.</strong> Una idea tan insólita como fascinante que, tras incontables pruebas y ajustes “según la ventolera del día”, terminó convertida en el eje —o más bien, en el detonante— de esta aventura.</p>



<p>Lo que empezó como un experimento de sabor acabó siendo una exploración tan caótica como deliciosa. En sus páginas, la teoría es demostrada… y también refutada. Porque la cocina, el color y el sabor esconden siempre un truco: <strong>sus verdades son tan maleables como la textura de un buen guiso.</strong> Lo admiten ellos mismos, entre carcajadas y alguna que otra pulla cómplice en el grupo de WhatsApp donde aún siguen divagando. <strong>«Setecientas veces estuvimos a punto de abandonar»</strong>, dice Remartínez. «Cada vez que Borja cambiaba la teoría, la descartábamos». Pero Borja, con la tozudez de un profeta convencido, no cejó nunca en su empeño.</p>



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<h2 class="wp-block-heading">La cocina como acto colectivo y político</h2>



<p><em>La cocina de los colores</em> no es solo un libro de cocina, aunque incluye recetas. Tampoco es únicamente un tratado sobre la estética cromática de los ingredientes. Es, sobre todo, un canto a la amistad y a la fuerza de lo colectivo. Y en ese viaje, la comida es apenas la excusa para hablar de algo más grande: la vida misma.</p>



<p>El tono desenfadado del libro, repleto de ironía y ternura, va dejando claro un mensaje de fondo que es casi político: <strong>la cocina empieza mucho antes de encender el fuego.</strong> Lo dice sin rodeos uno de los Davides: «No tiene sentido hablar de cocina, de ciencia, de sabor, de colores si no regresamos al principio: al sector primario que nos surte de alimento. Sin campesinos, pescadores y ganaderos no hay cocina posible. No hay gastronomía. No hay vida inteligente, porque solo es inteligente la vida que se comparte. Aunque sea con un like».</p>



<p>En tiempos donde la cocina parece haberse reducido a un contenido de redes o a un postureo de restaurantes, este recordatorio golpea con fuerza. <strong>Porque la cocina es también política: cada vez que compramos en un mercado local o en un hipermercado, cada vez que cocinamos en casa o pedimos comida a una app, estamos eligiendo cómo queremos que sea el mundo.</strong> Y eso, como dice Remartínez, «es un ejercicio de ciudadanía diario».</p>



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<p>No tiene sentido hablar de cocina, de ciencia, de sabor, de colores si no regresamos al principio: al sector primario que nos surte de alimento. Sin campesinos, pescadores y ganaderos no hay cocina posible. No hay gastronomía. No hay vida inteligente, porque solo es inteligente la vida que se comparte. Aunque sea con un like.</p>
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<h2 class="wp-block-heading">Entre risas y recetas: un manifiesto con sabor asturiano</h2>



<p>Por eso, <em><strong>La cocina de los colores</strong></em> no se conforma con ser un compendio de anécdotas y chistes privados. El libro se cierra con un manifiesto firmado por los autores y otros compañeros de fogones: el <em>Manifiesto por la Cocina Asturiana</em>. Doce principios que llaman a poner la alimentación diaria de las familias en el centro de la gastronomía y un decálogo de recomendaciones para que <strong>el producto asturiano, con toda su riqueza y carácter, ocupe el lugar que merece.</strong></p>



<p>Lo explica con pasión David Castañón: «Si los asturianos tuviéramos dalgo más d’autoconciencia de país, echáramos a andar la rueda económica y tendríamos una industria agroganadera-alimentaria muncho más potente». Porque en el fondo, detrás de esta broma de colores y locuras, hay una reivindicación seria: <strong>la cocina debe ser siempre un acto colectivo, una forma de honrar la tierra que nos alimenta y las manos que la trabajan.</strong></p>



<h2 class="wp-block-heading"><br>La anécdota del genio… y el lapsus de Borja</h2>



<p>La complicidad entre estos tres amigos atraviesa todo el libro y también las entrevistas posteriores. En un momento de charla, Borja explica cómo, para él, la cocina de los colores es casi la piedra filosofal de la cocina, la explicación sencilla de todo el proceso culinario. Como cuando a Einstein —dice Borja, con total convicción— le cayó la manzana en la cabeza.</p>



<p>La carcajada de Castañón no se hace esperar: «¡Que fue Newton, no Einstein!». Y Borja, lejos de achicarse, responde con un humor que desarma: «Bueno, como si fue Teresa de Calcuta». Con esa salida tan delirante como ingeniosa, Borja no confunde a Newton con Teresa de Calcuta: simplemente desarma cualquier solemnidad con un chiste que resume la filosofía del libro. Porque, como demuestran estas páginas, la cocina —y la vida— no son más que una sucesión de pequeñas locuras compartidas, donde lo importante no es tener razón, sino disfrutar del camino.</p>



<h2 class="wp-block-heading"><br>Una lectura que abre el apetito… y la mente</h2>



<p>Decir que este es el libro de cocina más divertido que vas a leer en mucho tiempo no es una exageración. Con el mismo descaro con el que Borja remata sus frases y los Davides se burlan con cariño, <strong>estos tres amigos convierten cada página en una celebración de lo absurdo y lo sublime.</strong> Lo imposible de la teoría de los colores —químicamente indemostrable— no importa tanto como el hecho de que, en la práctica, funciona. Y funciona, sobre todo, porque cocinar no va solo de mezclar ingredientes, sino de compartir lo que somos.</p>



<p>La cocina, en este libro, se convierte en un escenario donde las risas tienen el mismo valor que los sabores. Donde cada receta es una excusa para filosofar, discutir y reírse de uno mismo. Porque, como bien saben estos tres energúmenos —dicho con el cariño que ellos mismos usan—, <strong>lo más importante de cocinar es compartir el alimento. Y, con él, compartir la vida.</strong></p>



<p>Así que, si cae este libro entre tus manos, olvida por un momento las reglas de la gastronomía y déjate llevar por el caos colorido que proponen. Descubre cómo un plato amarillo puede ser más que un plato: puede ser un recuerdo, un manifiesto, una forma de decir “aquí estamos”. Y mientras lees, recuerda que lo más importante no es la técnica, ni siquiera la teoría. Es la risa floja que acompaña cada bocado y que hace que, al final, todo —los colores, los sabores, las vidas— encaje.</p>



<p><em><strong>La cocina de los colores</strong></em> es, en definitiva, un libro que empieza como un chiste pero termina como una declaración de amor: a la comida, a la amistad y a la alegría de compartir lo que somos, aunque sea con un like, aunque sea con un trozo de pan. Porque cocinar, nos recuerdan estos tres amigos, es un acto de humanidad que nunca deberíamos olvidar.</p>
<p>Este artículo fue publicado originalmente en <a href="https://geogastronomica.com/">GEOgastronómica</a>. Lea el <a href="https://geogastronomica.com/la-cocina-de-los-colores-un-viaje-por-la-amistad-la-comida-y-el-humor/">original</a>.</p></div>
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